Los mapuches (araucanos) Las tribus araucanas se destacaron por su obstinada resistencia a los
conquistadores, por su cultura y por sus costumbres. La denominación araucanos fue hecha por los conquistadores, y procede
de las voces peruanas “aucca”, hombre de guerra, y “are”, ardiente. Pero
ellos se denominan a si mismos “Moluches”, que también significa guerrero. Estas tribus, a la llegada de los españoles, estaban distribuidas en
cuatro regiones principales, con distintas denominaciones según la zona que
ocupaban: los picunches en el norte, los mapuches en el centro, los huilliches
en el sur y los pehuenches en los valles andinos. El pueblo mapuche se dividía en tribus que se aliaban de cuando en
cuando para guerrear. El conjunto de padres, esposas e hijos constituía un
“lof” o clan totémico, y los de un mismo origen integraban una “cavie”;
varias de estas hacían un “levo” o tribu, agrupación casi independiente
con un jefe. Los levos se unían entre sí en una especie de federación llamada
“aillarehue”, que dirigía un cacique elegido en asamblea general para el
tiempo de paz y otro para tiempo de guerra. Los asuntos internos los resolvían los respectivos jefes de los levos,
pero los de carácter exterior y los muy importantes, los resolvía el cacique,
después de discutirlos en asambleas generales. Primero adoraban a varias divinidades de tipo totémico (culto a los
animales). Carecían de templos, pero observaban un ritual religioso bien
desarrollado, centrado en la veneración a los antecesores del clan. Más tarde
creyeron en Toquinche y Gueculbu, divinidades del bien y del mal, y en Pillán,
genio maligno que habitaba los volcanes y prodigaba la lluvia, el trueno y los
rayos. Temían a los muertos pues creían que su espíritu regresaba para
vengarse de los que se quedaban, y para conjurar su cólera los sacerdotes
practicaban toda clase de ceremonias secretas. El culto a estas tres divinidades
lo realizan sacerdotes hombres llamados chamanes; mientras que el culto a los
animales, las fuerzas naturales y la herbolaria se destina a sacerdotes mujeres
llamadas machis. La vivienda era colectiva y la construían varias familias
emparentadas. Estaba construída con vigas de madera, muros y techo, y este lo
cubrían con paja. La prenda principal era el chamal, especie de manta cuadrada, que los
hombres sujetaban en la cintura y la envolvían en las piernas a modo de pantalón;
las mujeres la sujetaban en el hombro izquierdo con un alfiler grande, mientras
otra manta les servía de falda. Estas prendas se teñian
con arcillas y pinturas vegetales, combinando tonos y dibujos con gran
sentido artístico. Completaban la vestimenta con mantos, vinchas, cintas para
la cabeza y cintura. Son aficionados a la música y a la oratoria, ya que su idioma no tiene
escritura propia. El idioma es dulce y sonoro, rico en vocales y de gran
contenido poético. En las reuniones se hacía gala de la oratoria al pronunciar
largos discursos, y los poetas cantaban las hazañas de sus antepasados. Tañían
flautas de caña y tambores para acompañar sus cantos y danzas. Hombres y
mujeres bailaban separadamente en derredor de hogueras, pintados los rostros y
adornados con plumas.